Ediciones Argentinas Soler
1942 - 240 pág
Poco antes de la mitad del siglo XIX, Suecia durante la monarquía del Mariscal napoleónico Charles Jean Baptiste Bernadotte, con el nombre de Carlos XIV y de su hijo Oscar I a partir de 1844, comenzó a surgir como potencia industrial, comercial y marítima, mas allá de Europa y el Atlántico; lo cual decidió al Rey Oscar I en 1851 a enviar una expedición científico-militar en un buque mayor de la escuadra, a fin de controlar las rutas y vigilar el desempeño de los cónsules del país en los sitios lejanos del mundo, como las costas americanas, las Indias Orientales y China, estados donde ahora había representantes de la corona sueca.
Este fue el objeto primario para efectuar el viaje, que además propendía a fomentar la creación de nuevas fuentes de intercambio comercial, aunque también el monarca interesó a la Real Academia de Ciencias sobre la oportunidad de su intervención, lo que determinó que dicho periplo se transformara igualmente en científico.
Se escogió para el viaje a la fragata “Eugenie” de cuarenta cañones de 24 libras (peso del proyectil que disparaban), nave que había sido botada en 1844, es decir con solo siete años de uso, encontrándose en inmejorables condiciones. Fue aparejada con esmero en los astilleros de la ciudad de Carlscrona sobre el mar Báltico, al sur de Estocolmo; allí se le cambió el forro de cobre debajo de la línea de flotación (procedimiento introducido en 1761, que actuaba como agente anti inscrustante en climas fríos y prevenía la destrucción de los cascos de madera por parte del gusano “teredo navalis” en el trópico); además se le instalaron depósitos adicionales de agua dulce. La fragata asimismo contaba en su armamento con dos morteros ubicados a cada lado de la batería, los que fueron remplazados por dos cañones de 24 libras, similares a los otros.
Estaba dotada de una chalupa, una falúa y dos botes de diez remos. A la chalupa y a la falúa igualmente se les forró el casco con cobre; la falúa era muy apropiada para navegar a vela, condición conveniente para los casos en que la rada quedaba muy retirada de la orilla, como ocurría en esa época en Buenos Aires. Para procurar alojamiento a los académicos que se incorporarían a la nave, teniendo en cuenta la índole de sus ocupaciones, se construyeron dos camarotes a cada flanco de la batería, inmediatamente a proa del castillete principal, los cañones que ocupaban esos sitios fueron retirados y colocados bajo cubierta.
El 18 de setiembre de 1851 la fragata abandonó el astillero y el 30 de setiembre se hizo a la mar en Carlscrona, luego que su tripulación fuera revistada y despedida por el Contralmirante Barón de Nordenskjöhld, autoridad máxima de ese puerto militar.
En la República Argentina todavía gobernaba Juan Manuel de Rosas, pero tenía los días contados, se había formado una coalición que organizó un ejército expedicionario compuesto por: entrerrianos, correntinos, tropas de Buenos Aires, brasileños, orientales, parque y maestranza, todos bajo el mando de Justo José de Urquiza, que el 3 de febrero de 1852 aniquiló al ejército de Rosas en Monte Caseros, obligándolo a huir al extranjero.
Como coletazos de tantos años de guerra, no obstante haber terminado esta casi tres meses atrás, a fines de 1851 aún permanecían en Montevideo o en sus afueras tropas francesas y brasileñas, así como en la bahía buques de guerra de diferentes banderas. Sin embargo esta presencia extranjera no impedía que la vida continuara, afianzándose la paz día a día, por lo menos por dos años más, como ocurrió.
El 3 de enero de 1852 a las 6 de la mañana la fragata y la corbeta “Lagerbjelke” se hicieron a la vela con destino a Buenos Aires, dirigidas por un práctico. Esquivando bancos de arena llegaron frente a Quilmes a las 8 de la mañana del 4 de enero, donde la “Eugenie” fondeó, pues la poca profundidad la impedía acercarse más a la costa que quedaba a unas doce millas. El Capitán Virgin en compañía de los hombres de ciencia transbordaron a la corbeta que prosiguió hasta la rada exterior de Buenos Aires, donde ancló al medio día. Buenos Aires no poseía un puerto, sino dos radas separadas por un extenso banco de arena. En la exterior, las naves quedaban a seis millas de la costa, pero en la interior solo a escasa distancia. Embarcaciones de calado superior a los doce pies no podían llegar a esta última y en ocasiones, aún a las de diez a once pies les resultaba difícil franquear el angosto canal que conducía a la misma, según nos cuenta Skogman en su libro. En los botes de la corbeta se arrimaron a la costa, Buenos Aires no tenía desembarcadero, como era usual transbordaron de los botes a carretas de altas ruedas que los condujo a tierra.
En esa época Buenos Aires contaba con unos 120.000 habitantes, mientras que en Montevideo, según el censo de fines de 1852 vivían 33.994 personas. Semejante a Montevideo la ciudad era como un damero, con calles paralelas y perpendiculares, formando manzanas del mismo tamaño. Las construcciones eran análogas entre las dos ciudades, con mayor cantidad de casas de aspecto opulento o suntuoso en Buenos Aires.
Pero la situación política de Buenos Aires en aquellas circunstancias distaba de ser tranquilizadora para su población, ante la inminencia de un enfrentamiento entre las fuerzas rosistas y el ejército expedicionario que comandaba Urquiza, el que ya estaba situado en la Provincia de Santa Fé y pronto para iniciar la campaña militar que terminó con la derrota de Rosas.
La “Eugenie” con el panorama que se avecinaba embarcó a los científicos y el 13 de enero levó anclas al amanecer, después de haberse despedido de los compatriotas radicados allí, entre ellos del Cónsul de Suecia Conde de Frölich, quedando la corbeta “Lagerbjelke”, según los órdenes del Capitán Virgin, en su fondeadero a la espera de que hiciera crisis en el país la catástrofe que parecía tan cercana, como realmente ocurrió.
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